La conocí, todo pasó demasiado rápido. La chica más interesante que hasta ahora he conocido y que mostraba interés en mi, así que decidí ir con todo lo que tenía y ella parecía estar de acuerdo, entonces pasó lo inevitable: Me enamoré. Decidí no usar los frenos y apostarlo todo por que creí que no tenía nada que perder. Por que para mí fue algo "mágico", por así decirlo y valía la pena el riesgo (Valió la pena). Fui tan feliz que no pude ver la velocidad y la fuerza que alcancé en ese corto periodo de tiempo.
Tampoco puedo estar del todo seguro de esto, pero parecía recíproco. Se sentía recíproco.
No quiero sacar conclusiones de lo que pasó después, de cuando me encontré una muralla tan grande y fuerte y a pesar de eso no quise detenerme por que creí que podría derribarla. Entonces me estrellé y todo se hizo pedazos, todo se vino abajo pero la muralla seguía ahí, únicamente para mi. Dolió como nunca, sigue doliendo, no me estrellé contra una muralla. Fue un impacto controlado hacia el terreno y la magnitud del golpe creó un cráter del que no me ha sido posible salir.
La ambigüedad que tiene para mi todo el asunto hace que mi mente y cuerpo crean que aún existe una posibilidad de que ella regrese por mi a sacarme del hoyo (aunque no tendría por qué hacerlo), esto que siento no se me pasa aunque ya debería. Ahora llevamos más tiempo separados que el tiempo que estuvimos juntos y ella lleva bastante tiempo pareciendo indiferente. Se siente indiferente. Como si nada hubiera pasado para ella.
No sé cuanto más me tomará levantarme, sólo queda tener paciencia para soltar el lastre una vez más, esta vez de manera permanente. Vienen cosas mejores, y si no vienen voy por ellas.
Necesito perder peso, necesito comprobar qué tan fuertes se han vuelto mis alas hasta ahora.
Queda pendiente la metáfora del gato encerrado.